Cómo mejorar la enseñanza de la música

Ya han comenzado las clases de música en todos los centros educativos. Y, en la mayoría, se seguirá enseñando "como siempre". Muy pocos profesores/as se habrán parado a reflexionar con verdadera profundidad sobre su práctica docente, sobre sus repercusiones en el aprendiz, incluso sobre las representaciones mentales que cada uno (maestro y aprendiz) tengan sobre el aprendizaje,  y cómo éstas influirán de manera definitiva en la adquisición de las competencias musicales.

Vamos a ir por partes, porque el tema es largo y hay muchos frentes. 
En primer lugar, podríamos tratar de ir al principio de todo: ¿qué son las competencias musicales?. Alcanzar estas debería ser el objetivo de la enseñanza musical. Pero, ¿a qué nos referimos con esto? ¿ser competente es tener una buena técnica?¿es ser capaz de improvisar?¿es leer partituras a primera vista con solvencia?... un poco de todo, y al mismo tiempo, ninguna de ellas. 
Ser competente en la música implica no solo las habilidades (es decir, la técnica para ejecutar, los conocimientos teóricos para comprender, etc.), sino ir un poco más lejos de esto. Ser competente es ser capaz de construir conocimiento nuevo de manera autónoma, extrapolando conocimientos previos a situaciones diferentes. Que en música se traduce en: ser capaz de comprender el sentido musical de cualquier obra y reproducirlo. Y para ello, serán necesarias habilidades, capacidades y destrezas (técnica, conocimiento teórico...).

Si de lo que se trata, pues, es de enseñar al alumno a entender la música, a dotar a una partitura de sentido musical, en el fondo no estamos hablando de otra cosa que de las EMOCIONES.


La música es, exclusivamente, un vehículo para las emociones. La frase no es mía, pero estoy completamente de acuerdo. El único sentido, la única utilidad (incluso biológica) de la música, es la de vehicular nuestras emociones. Ya está. No hay más. Por tanto, esto sería lo primero que uno debe enseñar a sus alumnos.
En mi práctica docente he podido comprobar cómo este cambio de paradigma pedagógico tiene sus frutos mucho más inmediatos y con más probabilidad de éxito futuro que el antiguo modo de enseñar música desde el aprendizaje técnico y teórico.
Cuando a un niño le enseñas desde las emociones, rápidamente es capaz de identificar lo que le estás pidiendo que haga con el instrumento, y modificará sus manos y su posición para reproducir esa emoción. Porque el niño está aprendiendo según un modelo que Vigotsky denominó el Sistema de Andamiaje, que se trata ni más ni menos que de construir nuevos conocimientos sobre los ya aprendidos. Como las emociones son parte inherente al ser humano (todos estamos dotados biológicamente de emociones, y las experimentamos diariamente), construir conocimiento sobre ellas resulta mucho más sencillo y eficaz.
Antiguamente se consideraba que era la motivación el elemento fundamental que lograba el aprendizaje significativo. Y, en cierta manera, el factor motivacional es importante. Pero para que el alumno esté motivado (y aquí es donde cambia el paradigma) el maestro puede ayudarle a construir su propia motivación el alumno. Es decir, el mismo alumno tendrá ganas de aprender con muy poco esfuerzo del maestro en conseguir atraer la atención del aprendiz.
Vamos a la práctica. Imaginemos que tenemos un niño de 7 años que nunca ha recibido clases de guitarra ni de música, y que, por tanto, no sabe leer una melodía. Podemos hacer lo que se suele hacer, empezar a enseñarle a leer las notas, el ritmo, explicarle lo que es el pulso, lo que son los acentos, para después tratar de que reproduzca con la guitarra la misma, enseñándole a poner los dedos sobre las cuerdas, a pulsar con la mano derecha, etc. Bien, en todo este proceso habrán pasado varias semanas, y el niño es muy probable que se sienta decepcionado, porque esto NO es hacer música.
Pero podemos hacerlo de otra manera: comenzar por indicarle que la melodía expresa una emoción (tristeza, alegría, miedo... la que sea). Entonces podemos cantar con él la melodía, para que interiorice el ritmo, el pulso, los acentos (todo esto que antes tratamos de explicar con palabras, y que el niño nunca llegó a entender). Cuando sea capaz de cantarla podrá ir al instrumento y tratar de ejecutarla. Obviamente, dependiendo de la cantidad de notas de la melodía, y de su dificultad, tendrá que aprender más recursos técnicos, pero en el caso de ser la primera melodía que aprenda, bastará con que tenga tres notas (si-la-sol, con dos cuerdas al aire). Sólo tiene que pulsar las cuerdas y pisar en el diapasón una sola cuerda. ¿Qué sucederá?.
Esto mismo lo he probado con mis alumnos. En la primera clase, son capaces de reproducir la melodía, y de hacerlo con una cierta competencia musical, porque aunque pueden mejorarla, la intención musical está, y tocan su melodía con esa emoción que se les ha pedido.
Resultado: el alumno se va a casa sintiéndose muy competente, sintiéndose músico porque YA HA HECHO MÚSICA. Y probablemente, en su casa, dedique algún tiempo a tratar de mejorar esa melodía para tocarla mejor.

¿Qué pasa con la técnica?. Pues, sorprendentemente, solo hace falta darles unas pequeñas pautas. Por ejemplo, como deben colocar la mano derecha (con el pulgar apoyado sobre la 6º o la 5º cuerda para tener más estabilidad). Por lo demás, serán capaces de coger la guitarra con una gran naturalidad, sin que el maestro deba dedicar largas explicaciones al modo de coger el instrumento.

A medida que se va incrementando el nivel musical de las melodías y las obras, los alumnos irán necesitando adaptar su técnica para lo que se requiere. SIN NECESIDAD DE HORAS DE EJERCICIOS TÉCNICOS NO MUSICALES, el alumno apenas necesitará algunas pautas cuando no sea capaz de reproducir un pasaje porque técnicamente sea complejo (en ocasiones, influye más la digitación escogida que la técnica en sí misma).

De esta manera, el aprendizaje de la música se hace DESDE la musicalidad, desde la EMOCIÓN. Y os puedo asegurar que funciona, y además es muy enriquecedor tanto para el alumno como para el maestro.

Por último, os cuento una anécdota.

Hace dos años yo daba clases en una escuela donde tenía una alumna de 14 años que estaba realmente desmotivada. Había pasado por varios profesores y estaba preparándose las pruebas para entrar al Conservatorio de grado medio. Pero ella quería tocar otras cosas. Pensaba que a lo mejor era un error ir al conservatorio, porque allí encontraría más profesores como los que había tenido. 
Entre las obras que estaba preparando para las pruebas estaba Lágrima, de Tárrega. La expliqué lo que significaba esa obra para mí. La hablé del amor (y del desamor), sobre todo con 14 años, cuando el chico que te gusta ni te mira. Hablamos mucho del amor. Ella se emocionaba cuando solo hablábamos. En lugar de pasar una hora insistiendo en tocar una obra y en repetir pasajes, simplemente hablábamos del amor. Y ¿sabéis qué pasó?. Se enamoró de la obra, de Tárrega, de la guitarra y hasta de la idea de ir al conservatorio. Yo la hablaba de lo maravilloso que es poder tocar obras tan conmovedoras, y ella me miraba con unas ganas increíbles de tocarlas. Y cada semana llegaba a clase y me decía: "mira Mar, mira cómo me sale", y se ponía a tocar la obra con un ímpetu que no tenía cuando yo la conocí. Me contaba que se metía en su habitación a tocar y disfrutaba mucho. Me lo contaba con una cara llena de luz, y con una sonrisa increíble. Fue emocionante para mi ver cómo alguien que estaba a punto de dejar la guitarra, de pronto, descubrió que la apasionaba.

Espero que os haya interesado este punto de vista sobre la educación musical. Si tenéis la ocasión, probad a hacerlo, y descubriréis que no solo disfrutan más vuestros alumnos de las clases, si no que también para vosotros, para los "enseñantes" es un precioso viaje de intercambio y de pasión.



Comentarios

  1. Qué descubrimiento!!!! Absolutamente de acuerdo con lo que expones. Sólo una cosa Mar, no es tan claro que todxs conozcamos lo suficiente nuestras emociones, tampoco que seamos capaces de ponerle nombre, la escuela nunca se ocupó de algo tan básico como la educación emocional, y construir sobre emociones implica cierto conocimiento emocional.

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    1. Desde luego, Raúl, en la escuela y centros educativos hay un gran olvido del mundo emocional, cosa bastante sorprendente si tenemos en cuenta que las emociones condicionan y mejoran nuestros aprendizajes... Aún queda un largo camino por recorrer en este tema de la gestión emocional, pero poco a poco los docentes van siendo más conscientes de que la inteligencia emocional es mucho más importante que otros índices (CI) o que la mera adquisición de contenidos.

      En pocos días publicaré un blog dedicado en exclusiva a estos temas, por si te interesan.

      Un saludo y gracias por tu comentario!!

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