¿Cómo tocar bien las obras rápidas? 4 pasos para afrontarlas con garantías.

¿Te ha pasado alguna vez? Tienes que tocar una obra que es rápida y,  aunque la estudias mucho, no sabes bien por qué no te "funciona". ¿Tienes problemas con las obras de cierta velocidad?

Te voy a contar algo que es fruto de mi propia experiencia como músico y que también observo con frecuencia en algunos alumnos.

Me solía pasar, en mi etapa de estudiante, que elegía casi siempre obras que no fueran demasiado rápidas. Me sentía más cómoda y prefería no ponerme a arriesgar demasiado.
Hasta que no quedó más remedio que enfrentarme al Choro Nº1 de Villalobos. Esa obra me hizo cambiar el chip.
Como podéis observar, todavía la tocaba un poco 
por debajo de su velocidad real

Muchos años después sigo pensando en cuál era realmente el problema que me impedía tocar obras rápidas (y por lo que solía ralentizarlas). No eran problemas técnicos ni de falta de estudio, pero a menudo la solución que ma daban los profesores pasaba por estas dos cuestiones: estudia más y mejor (es decir, más lento y en trozos más pequeños).
Es cierto que estudiar por partes más pequeñas te permite trabajar de forma selectiva y poder ir subiendo la velocidad de manera progresiva en menor tiempo (mira: consejos para mejorar el rendimiento en el estudio). Sin embargo, a veces los problemas con la velocidad tienen un origen diferente: son producto de miedos e inseguridades.
Cuando me dí cuenta de que mi problema no eran las manos ni mi forma de estudiar, comencé a trabajar mucho con mi mente. Detecté que había pensamientos intrusos que me hacían sentir que en las obras de mucha velocidad perdía el control, y me atemorizaba esta sensación de estar "fuera de control"; por eso prefería obras más lentas, donde tenía todo el tiempo la sensación de poder controlar lo que pasaba.

Obviamente era todo fruto de una mala gestión del miedo y de los pensamientos intrusos.
¿Qué hacer en estos casos? ¿Cómo me preparo mentalmente para una obra rápida?
El secreto está en varios pasos:

1. Detectar el pensamiento intruso: parece obvio pero no lo es. Muchas veces nos creemos nuestros propios pensamientos sin darnos cuenta de que solo son eso, ideas, que no responden necesariamente a la verdad. Es decir, me creo algo que no tiene por qué ser así.
Por ejemplo, puedo pensar: «Tocar lento me hace más expresivo, en cambio, tocar rápido está vacío» o «Si toco deprisa me voy a equivocar; mejor toco más lento para hacerlo bien».

No son verdades, son solo ideas que he elaborado y que responden a mi propio miedo: si creo que tocar lento es más expresivo, refuerzo el miedo a tocar deprisa y me creo que estoy eligiendo entre velocidad o expresividad, cuando esta idea es una falacia: la expresividad no la refleja el tempo, sino la articulación de los fraseos.

2. Desmontar el pensamiento: Para desmontarlo necesito entender primero la naturaleza del pensamiento. En el ejemplo anterior, la naturaleza del pensamiento «Tocar lento me hace más expresivo, en cambio, tocar rápido está vacío» es un mero instinto de supervivencia. Lo que hay detrás es miedo al error y, ante ese miedo, tu mente elabora una manera de "defenderse" de aquello que le asusta y genera temor. Por tanto, es un pensamiento que tiene como objetivo protegerte. El cerebro, cuando siente miedo, pone en marcha una serie de mecanismos instintivos que te sirven para "mantenerte con vida". El problema es que el cerebro no distingue entre diferentes situaciones: el miedo a ser atropellado en un paso de peatones cuando un coche se salta el semáforo es procesado por el cerebro por los mismos mecanismos que el miedo al error (que es totalmente infundado). Se activan las mismas alarmas ante un peligro real e inminente que ante un "peligro" inventado o falso.
Por eso, para rebajar el nivel de estrés o arousal que se enciende ante un miedo inventado es necesario "desmontarlo"; demostrarle a tu cerebro que no corre ningún peligro.
(mira lo que pasa a tu cerebro cuando tienes miedo)
En este post te cuento cómo superar el miedo escénico.

3. Generar nuevos pensamientos o nuevas ideas sobre mi capacidad como intérprete: Una vez que me doy cuenta de que solo es un pensamiento, que no tiene por qué ser cierto, puedo establecer la siguiente idea: si he creído a este pensamiento, puedo generar otro pensamiento que me beneficie más.

“La gente se perturba no por los acontecimientos sino por su opinión (pensamientos) sobre los acontecimientos” Epicteto Siglo I A.C.
Fíjate cómo ya en el siglo I hubo quien se dio cuenta que nuestra mente era capaz de generar pensamientos que, a su vez, generaban estados emocionales que reforzaban esas ideas y todo ello podía acabar en desastre.

Pues igual que has elaborado un pensamiento que le hace creer a tu cerebro que es verdad (y por tanto, responde a él), puedes hacer lo mismo con otro tipo de pensamientos, del tipo: «Soy un buen guitarrista y puedo expresar también a través de la velocidad» o «Mis dedos son ágiles y saben lo que tienen que hacer. He trabajado mucho para poder disfrutar de la música sin pensar dónde tienen que ir los dedos».

4. Reforzar las nuevas ideas:  Puedes probarte a ti mismo si están funcionando tus nuevos pensamientos chequeando mientras te pones en la situación que te da miedo: busca una situación más amigable que un concierto para probarlo, por ejemplo, ante amigos y toca obras que te sepas bien y te den seguridad. Poco a poco puedes ir incrementando la dificultad de las obras que tocas y tocando en nuevos escenarios, que te permitan ir ampliando tu sensación de «poder hacerlo» en cualquier situación.

Finalmente, te dejo un enlace a un manual para aprender a manejar los pensamientos intrusos o distorsiones cognitivas.

Espero que hayas encontrado la manera de resolver el problema con las obras rápidas.

👉 En la etiqueta del blog PSICOLOGÍA encontrarás más artículos relacionados con el mundo emocional de los músicos y el entrenamiento mental.

Si te ha gustado, comenta y comparte.
Gracias!! 

Comentarios

Entradas populares