Mirando a los clásicos. Improvisación y Bach.


Está claro que cuando llegamos a la improvisación es porque ya, de una u otra manera, tenemos un recorrido musical labrado. Por eso, nos parece un poco burdo volver atrás, y empezar a tocar la escala de Do mayor y las tríadas resultantes; incluso más, parece escaso tocar solo dos triadas, la tónica y la dominante. Pero dominar lo básico, dominarlo de verdad, es el mejor camino para después ir montando el castillo de naipes sin que se te caigan a la mitad.

Para explicar el movimiento cadencial de dominante-tónica podemos recurrir al principio de todos, al inicio de la tonalidad, y ver como ejemplo los corales de Bach, una vastísima obra que utilizamos todos al comenzar los estudios de armonía clásica.


Efectivamente, ahí podemos encontrar todos los movimientos cadenciales más básicos. Aunque debemos recordar que, pese a que Bach fue contemporáneo del “nacimiento” de lo que hoy denominamos tonalidad, fue Jean-Philippe Rameau quien, en 1722, publica «Traité de l’harmonie réduite à ses principes naturels»  (“tratado de armonía reducido a sus principios naturales”).  Rameau estudió las relaciones entre armónicos, y dio con la clave de las relaciones entre notas, descubriendo el concepto de inversión de acorde, y por supuesto, enunciando la supremacía del acorde perfecto mayor.

Bach, quien por esta fecha ya tenía escrita una buena parte de su cuantiosa obra (nació en 1685), es reacio a las nuevas teorías sobre la música, y aunque a día de hoy lo ponemos como ejemplo de tonalidad, en realidad él seguía componiendo sus obras al estilo “antiguo”. Sin embargo, en buena parte de la obra de J.S.Bach podemos encontrar los ejemplos más ortodoxos de la armonía tonal. Es de suponer que los estudios de Rameau eran algo que estaban en boca de todos los compositores de la época, y supongo que aunque apareciera su tratado en 1722, sería anterior a su publicación cuando la música iba transformándose despacio. En muchas ocasiones, los compositores desconocían por qué funcionaban determinados clichés armónicos, y simplemente reproducían estos porque eran el lenguaje del momento.

A día de hoy, en la música moderna, parece difícil hacer un estudio tan profundo y detallado de lo que tocamos, porque parece que el camino es el de la inmediatez. En ese camino, estamos perdiendo algo fundamental para un artista, la reflexión de su obra o su interpretación. Dedicar un tiempo al análisis de la partitura que uno tiene delante implica que la interpretación será mucho más exacta, más clara, y el oyente entenderá lo que escucha, por muy atonal o minimalista que sea.

En la música clásica es mucho más habitual trabajar desde la teoría, desde la partitura, comprender antes que tocar. Por eso, en ocasiones, nos parece que la improvisación no es algo que podamos dominar. Sin embargo la improvisación no es realmente algo improvisado. Uno llega a improvisar de manera efectiva cuando previamente ha trabajado desde la teoría y la repentización. El trabajo de la improvisación sigue el mismo camino que el de la interpretación literal, el estudio en casa.

Personalmente, cuando tengo delante una partitura nueva, me gusta leer la biografía del autor, o al menos, los aspectos más relevantes de su vida y obra. Esto me ayuda a familiarizarme con un lenguaje que es posible que esté ya muy lejos en el tiempo (recordar que en el repertorio para guitarra tenemos obras desde el siglo XV). Es un trabajo muy interesante y muy bonito.

Aquí termino mi entrada, no sin antes reivindicar la música clásica, y decir que el repertorio es tan amplio y tan extenso, que es más que probable que en tantos siglos de historia encontremos un período o un autor que nos guste y nos llene de una manera especial. Para entender y tocar la música que se hace hoy (la buena, la elaborada quiero decir, para otras no hace falta demasiado esfuerzo…) hay que revisar lo que se ha hecho antes. Qué sería del jazz sin Wagner y su Tristán e Isolda, por poner solo un ejemplo, pero de los más reveladores.



saludos!!


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